domingo, 15 de noviembre de 2009

Mi cucharita.

Este era precisamente el inventario que rodeaba su amor:

Dos garrafones para gasolina amarillentos, llenos de agua para trapear, al lado las jergas casi negras, viejas, apestosas.
Dos envases de dos litros de coca-cola, uno lleno y otro vacío.
Un cacharpo de 12 años, gordo con ropas enormes y una gran sonrisa.
Un asiento de camioneta con tercipelo color vino adaptado al micro.

Me dió mucho asco cuando raspó su garganta, aspiró la nariz de manera grotesca y escupió por la ventana, pero al parecer a ella no le incomodó lo más mínimo, el amor hace de las suyas, el voltea y la besa coronando su vulgar acto.

Ella lo ve con ojos de perro cuando espeta groserías mientras conduce, arroja su cigarro aún encendido a la calle y sigue raspando su garganta. Ella se hincha, suspira y yo suspiro por ella.

Todavía recuerdo el día que la conocí, con su bracito enyesado, porque se cayó en la clase de educación física, todavía recuerdo sus ojitos negros, su lunar chistoso y sus cejas mal depiladas.

Cierro los ojos para no ver la escena pero la música a todo volumen me recuerda la vez que bailamos precisamente la canción que el tipo del micro pone, la bocina debajo de mi, retumban los bajos estropeando los recuerdos y los recuerdos estropean a mi corazón, porque si te quise.

Los abro y recibes unas monedas, das el cambio, preguntas a donde van, te cambias de lugar, te sientas delante de mi para no verme supongo aunque ni me has visto, lo tomas del cuello, lo besas, ríes, te tiene cegada, y esa chamarra que siempre te ponías para salir la sigues usando, ahora eres de él, yo no río.

Mi cucharita, así te decía, aunque nunca lo supiste, cuando el ambiente nos dividió, cuando las clases sociales se impusieron, los códigos de vestimenta arruinaban los momentos, las calles se hacían feas mientras más me acercaba a tu casa pero las adornabas siempre al salir de la puerta y entonces eran bonitas como tú, aunque eras mi cucharita, ahora no se que eres.

Estoy por llegar a mi parada, el niño gordo sigue riendo, ya se terminó la coca que quedaba, mi corazón ya se hartó de ver tanta porquería, mi mente está cansada de la escena, eres una historia más; toco el timbre y el tipo se detiene en la esquina, me espero un poco pero no volteas, sigues teniendo tus ojos de perro viéndolo a él, ese perro que ahora te tiene me observa por el espejo y yo me bajo y me vuelvo a sentir otra vez sólo como un perro.

Tú alejándote en un micro, la calle vacía, el día gris, y yo caminando triste hacia mi casa, este es el inventario que precisamente ahora rodea nuestro amor. Mi cucharita.


jueves, 12 de noviembre de 2009

Agotado.

Se me acabaron las palabras, se me vaciaron los ojos, las fuerzas no me responden.

Estoy harto de luchar contra todo, de romper paradigmas, de quitar ideas tontas, viejas, imposibles, absurdas.
Estoy harto de suposiciones, de hipocresías, de vivir siendo el estúpido que lo entrega todo, de no saber que hacer, que va a pasar...que va a ser de mi.

He caído, la voz no me responde, las palabras temen salir, tiemblo y lloro, la gente es eso, sólo gente, no comprende, no ve, está ciega, no escucha, lastima, vive y devora, trata al amor como taza de baño, toma lo que quiere y lo usa, lo deshace, es basura.

Y yo tan sólo quiero amar.

Sigo pateando las hojas del otoño, sigo llegando sólo a casa y sigo escuchando pendejadas, falsas ilusiones, sigo viendo montones de gente sola, gente sola besándose con otra, yendo de la mano, haciendo planes, burlándose, fracasando, esa es mi puta realidad.

Sigo encontrando nada, ojos llenos que se vacían en un parpadeo, corazones programados por la sociedad, almas ingenuas tirándose a la mierda, religiones y clases sociales.

Sigo viendo caras, nalgas perfectas, senos operados, portadas de revistas, gente fea, gorda, sigo viendo lo que desde que nací  me orillaron a ver, pero nadie me ve a mi y eso en parte me alegra por que no soy parte de este teatro gangrenado, condenado al fin, camino al vacío.

Sigo viendo gente trepando encima de otra para llegar ahí donde no hay nada, pisoteándose, sigo viéndolos revolcarse en su ignorancia, sigo caminando pero para mi no veo nada.

Cada día me levanto feliz, fresco, ilusionado, dando gracias a Dios, esperando ver un verdadero día, esperando no tener ganas de quedarme dormido para escapar, esperando que sean menos mis silencios, menos mis miradas perdidas y más mis risas mis miradas en ti.

Y yo tan sólo quiero amar.

Y por qué no, despertar un día y que tu también me ames.